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DESPERTAR

Despertarse y elongar las piernas, sentir los dedos de las manos, de los pies y estirarlos junto con los brazos. Girar la cabeza en distintas direcciones, abrir los ojos lentamente y observar todo a tu alrededor. Despertarse y escuchar cada uno de los sonidos que nos envuelven, el canto de los pájaros, quizás algunos ladridos a lo lejos, el ruido de los objetos cuando nos movemos para levantarnos. 


Caminar lento y mirar al cielo, contemplar la naturaleza  en silencio, las copas de los árboles, algunas hojas recién caídas, semillas de todos los tamaños y modelos, palitos, hormigas haciendo su trabajo. Despertarse, sentir el cuerpo y el aire imperceptible que nos rodea. Tomar agua tibia temprano, andar descalzos un buen rato, respirar profundo antes de hablar. Inspirar todo el oxígeno que podamos y contenerlo, soltar, soltar como si fuera la primera y quizás la última vez que lo hagamos. 


Despertarse recordando que estamos de paso, que no habrá forma de llevarnos algo, sólo experiencias. Hacia dónde vamos nadie lo sabe realmente, y de dónde venimos exactamente, menos, porque cuando intentamos decirlo en voz alta y sostenerlo, las teorías se diluyen como granos de arena entre las manos.


Andar a otra velocidad, con las antenas encendidas, con los sentidos activos, con la vista puesta en el camino, no en el bendito celular. Sentir cada paso que damos, y poder elegir cómo, dónde y cuándo lo vamos a dar. Observar detenidamente nuestras posturas al encontrarnos con otros, descruzar los brazos y los pies, animarnos a abrirlos para recibir todo lo que viene del otro, sin juzgar. No hay nada bueno ni malo, correcto o incorrecto, perfecto o imperfecto, hay puntos de vista, y está la forma de cada uno de interpretar la realidad. 


Aprender a estar, nada más. Aprender a sentarnos con la espalda recta, para que la sangre, el oxígeno, y las células que recorren nuestra columna puedan fluir con facilidad. Comer o beber lo que elijamos, sabiendo lo que estamos haciendo. Si es un mate, prepararlo más despacio, observando sus colores, su aroma, su textura, los sonidos del proceso, con toda la delicadeza y precisión que requiere este gran ritual. 


Avanzar, comprendiendo que es necesario dar lo mejor de nosotros, no para ganar una carrera o recibir algo a cambio. Entregar lo máximo que podemos porque ésta puede ser la última vez que lo hagamos, y porque al dar a otros nos transformamos. Regatear lo que somos no está en nuestro ADN. Guardar nuestros talentos, para nosotros mismos, nos disminuye, nos repliega, y a largo plazo nos violenta, porque nuestra verdadera esencia es ser pura vitalidad.


Despertarse, porque llevamos demasiado tiempo dormidos. Tomar conciencia de nuestra existencia finita y valorar la de este planeta que habitamos. Despertarse, para entender que este lugar no es nuestro, tampoco es de todos; el Planeta ES más allá de nosotros. Se extinguirán sus recursos si no los cuidamos como corresponde, o muy a pesar nuestro, la Tierra nos sobrevivirá. 


Despertar, porque es urgente que lo hagamos. Apreciar lo simple de lo cotidiano. Aplicar el movimiento de mínimo impacto en todos y cada uno de los ámbitos. Despertar, y descubrir que tenemos otras formas de actuar. 


Link a columna publicada en MisionesOnline:

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